Nuestro cuerpo funciona como la antena del radio de tu carro. Las señales siempre se están emitiendo, solo debes prender el radio y buscar la emisora que más alto te hace vibrar…
Es curioso como en mi guión durante las sesiones me encuentro siempre muy atenta a las palabras incómodas; les llamo yo. Aquellas que cada vez las uso, el estudiante muestra resistencia desde el cuerpo. En el rostro, la mirada y sus mandíbulas se ponen modo supervivencia. “Algo no le gusto”, digo mentalmente. “Por ahí es”, repito mentalmente…
Todo a lo que resistimos es una señal de que por ahí habrá transformación. Internamente lo qué pasa es que nos da miedo, nuestra mente detecta en esas palabras mensajes de alerta y de forma natural busca mecanismos de defensa. En el otro lado, quien está hablando, en ese caso yo, encuentro una oportunidad para re programar la definición de aquellas palabras “incómodas”. Una oportunidad para explicarle a mente como canalización no es más que tener una gran idea, encontrar sincronía en el libro que leí esta mañana, con lo que la señora del bus me compartió mientras iba al colegio y la frase que mi mamá repitió tres veces en la conversación del desayuno. Canalizar es bajar la información del cosmos, porque lo que se me ocurre a mí, finalmente no es ni siquiera mi idea. Es un código, una frecuencia cargada de información que estaba disponible para todo el mundo.
Personalmente creo que ahí está la diferencia de los grandes descubrimientos de antes y nuestra época actual. Parece que cada vez hay menos sabios buscando descubrir. Yo más bien creo que cada vez hay menos seres humanos presentes. Que cada vez aumenta la cantidad de personas que pierden de vista la oportunidad de conectarse con su cuerpo y el entorno para recibir una frecuencia, idea o pensamiento. Que cada vez somos más los que olvidamos que nuestro cuerpo funciona como la antena del radio de tu carro. Las señales siempre se están emitiendo, solo debes prender el radio y buscar la emisora que más alto te hace vibrar.
Gracias por estar acá y conectar, te quiero, Mila.